jueves, 27 de septiembre de 2007

Práctica 1_Historia de un arbol




Práctica 1_Historia de un arbol



La calle estaba oscura cuando salió. El viento soplaba con fuerza, así que se ciñó su gabardina y comenzó a andar, dando grandes zancadas y con la vista posada en el asfalto. Había sido un día duro en el trabajo, más que de costumbre. Era el único que se quedaba en la oficina después del cierre, y le gustaba alargarse hasta altas horas antes de volver a su apartamento en el centro de la ciudad. Después de todo, no había nadie que le esperase dispuesto a escuchar sus problemas con sus colegas de profesión, o sus teorías para aumentar la eficacia de la empresa. Suspiró profundamente, se encendió un cigarrillo y continuó su fatigada marcha. Había recorrido ya un largo trecho, cuando decidió variar el rumbo habitual y prefirió dar un rodeo improvisado para llegar a su residencia algo más tarde de lo normal; el día siguiente era sábado y sus obligaciones eran escasas. Tras callejear durante horas, llegó hasta una puerta oxidada, que chirriaba por la acción del viento. Era la cancela del Parque Viejo, en el que por el día los ancianos paseaban por sus caminos de gravilla rodeados de una naturaleza artificial que sucumbía por el paso del tiempo y por los pocos cuidados que recibía de los jardineros locales. A la noche reflejaba una fúnebre imagen, aunque desprendía un agradable aroma a naranjos en flor. Resignado a pasar por el tétrico lugar, tiró del pomo grisáceo y se adentró en la oscuridad. Los grillos susurraban una monótona canción y algunas aves ululaban desde sus refugios en las ramas de los árboles. Anduvo a pasos cortos y lentos, y parecía que nunca llegaría al otro extremo del parque. Amanecía y apretó un poco el paso. Con la mirada clavada en el suelo encendió su último cigarro y cuando levantó la mirada se encontró con un imponente árbol oscuro y retorcido en el centro de uno de los parterres. Fue tal su sorpresa que descuidó su postura y el cigarrillo que sostenían sus labios cayó a un charco próximo. El tronco semierguido sujetaba decenas de retorcidas ramas que parecían quejarse del sentimiento de soledad en medio del parque. El viento que se colaba entre las hojas emitía un lamento gris que lo llenaba todo. Se sentó y se dispuso a observarlo detenidamente. Las ramas del árbol presentaban distintas grietas y fracturas que le daban más apariencia de viejo y maltrecho. Era como si alguien hubiera puesto aquel espectro delante de él para que aceptase su condición de solitario y no reprimiese su tristeza por sentirse tan aislado. Y fue cuando lo comprendió: ese viejo árbol y él compartían el mismo destino, aunque el único que podía reconducirlo era quien observaba el viejo tronco. Tras controlar el nudo en la garganta, corrió en dirección a su apartamento. Desde ese día cambiaron muchas cosas: desde su relación laboral hasta el reencuentro con viejos conocidos y familiares. Pero en secreto, los días en que volvía tarde a casa, daba un pequeño rodeo y se adentraba en la oscuridad del parque donde se encontraba su antiguo alter ego…














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